12.20.2019

En el mes del Santoral.

Déjame dormir, herido, 
la derrota de este corazón errante. 
despierta el dolor, cautivo
cuando me canse de cansarme.

El sueño no viene hasta la mañana,
la noche en la sombra no calma, 
la angustia melosa te acalla
el grito de auxilio no canta.

Fue una historia llena de matices
de traición, helada, cubierta
fue una historia con cicatrices
de quienes hoy, golpean mi puerta. 

en plena soledad del llanto,
cuando las lágrimas consuelan lo incierto
en el rumir de los llantos de santos
se consumieron todas mis velas. 

Muerta en vida, la sangre hierve
mutilado el coraje del pecho,
La traición tuvo sabor a triunfo
cuando mi muerte diste por hecho

cuatro viudas lloraban mi ausencia
las velas nuevas ardientes en el funeral.
Los rendidos siguieron vivos, 
en el mes del Santoral.

Hubo derrota al derrotarme,
hubo ganancia de pescadores
el río revuelto se seca, infame
tras la pelea de los insomnes. 


6.14.2018

Magia Blanca de San Juan

Líquida oscuridad nocturna,
Esta noche, duerme la higuera,
Medianoche y el alba, esperan
que, en el silencio, salga la Luna

Pálida y errante, prediciendo futuro
testigo inmutable de la Noche de San Juan.
Esta noche, yo deseo lo incierto,
anhelando los tiempos que no volverán.

Magia Blanca, levanta a mis muertos,
Protege este corazón que marcando está.
Elévate alto, bordea los vientos,
abre el paso del camino que dejé atrás.
Recuerda el pasado y guarda, secreto,
este anhelo gris de Noche de San Juan.

Esta noche larga de gélidos brillos,
no quiero magia, ruda o metal.
Esta noche dulce, suave, desnuda,
la quiero para no volver atrás.

Nocturna estela de suaves vaivenes,
dime el futuro que, esperando, está.
arrúllame, grácil, en esta noche serena.
Y durmamos los segundos futuros
en la certeza del tiempo
que no corre
en cajas de cristal.

7.10.2016

Estela

A veces parecía no querer escapar, ni tampoco quedarse, si alguien le preguntaba, no había duda de que era una contradicción en si misma... tan aferrada a este mundo, y sin embargo con la apariencia de un fantasma, tan ligada a la muerte, pero a la vez, no podía dejar de vivir.
Estela era una muchacha que iba y venía con los vaivenes del mundo, se diluía en la maravilla de sus cantos y se reconstituía en la necesidad de compañía.

Sólo algunas veces, pocas veces, dejaba escapar los pensamientos que realmente tenía. Aquellos que se desenvolvían en su secretísimo o en las sensaciones maravillosas de las melodías que su flauta de cobra guardaba en forma de verso. en dichas ocasiones prefería mirar de frente, dejar aquel pedestal de limpio granito -o suave mármol- para gritar a los cuatro vientos, con rabia, con furia, con amargura, aquello que no podía dejar de apuntar como injusticia.

Ese era el verdadero problema de su inexpresivo rostro, de sus melodías estudiadas, metalizadas y acordes mecánicamente sincronizados... sin emociones, sin sensaciones, sin la historia detrás de la perfección melódica de una partitura bella, pero vacía.

la última prueba, la tercera que ya rendía como protocolo de ingreso al conservatorio de música de la ciudad iba cargada de todas las emociones de semanas de alegría, horror y abandono. Aun escuchaba los disparos de la última marcha... veía el sangriento caminar de una violencia injustificada y la pérdida agresiva a la cual, parecía, estaba destinada su familia.
Recordó las historias que le habían contado desde pequeña y finalmente pudo ver las imágenes plasmadas de aquel pasado sangriento acomodarse en su futuro en un encaje perfecto... el dolor se hizo intenso y en medio de sus vaivenes tuvo que parar, obligada por las circunstancias, sacada del quicio racional de su eterno estudio y tocar, en medio de la aniquilan pérdida, la pieza que podría ser su futuro, su comienzo, su alegría.

En una presentación no preparada, sin hablar sobre lo que estaba haciendo, sin entender tampoco, por qué lo hacía, Estela besó la flauta y, por primera vez, sintió el frío sabor del metal molesta por las circunstancias.
No quería delicadezas, quería morder el instrumento metálico, quería gritar y llorar atragantándose con sus lágrimas, quería correr hasta que los músculos no le respondiesen, hasta dejar todo atrás, correr para alejarse de esos sentimientos que no estaba buscando y acurrucarse en las melodías gratas que había preparado para su tranquilidad.
Pero no pudo.
Estaba ahí, parada en frente de la comisión de admisión mojada por la lluvia, desarreglada y triste, fría como su flauta pero dispuesta a dar su última pelea. Respiró hondo e hizo que el viento se traspasara desde sus pulmones a la flauta, en sus delicados dedos sintió el leve cambio de temperatura al tiempo que la dulce nota se elevaba por el auditorio llevando una pequeña muestra de sus propios sentimientos. Enlazada con las siguientes notas la historia tomó forma en medio del espacio vacío que quedaba entre el escenario y la mesa de observadores; los pocos asistentes abrieron sus ojos con las pupilas dilatadas y mantuvieron el aliento abstraídos de la bella imperfección de aquel arrebato magnífico que era su melodía. Estaba llena, refulgiendo de la realidad de aquella casa antigua que esperaba en el campo, estaba vacía por el dolor de Refugio y estaba completa de sus propias experiencias a pesar que, mientras seguía tocando, las lágrimas caían por sus mejillas quemándole la piel recordándole que no había sido un sueño, sino la más terrible realidad.

En un último exhalo desgarró una aguda nota que resaltaba las últimas estrofas, dejaba al oyente en pleno de un vuelo para dejarlo caer en el silencio del desconsuelo. Abrió sus ojos y quitó la flauta traversa de sus labios para mirar al jurado quienes, con la boca abierta, aun estaban absortos de aquel temblor huracanado que había sido su presentación.
Amparo estaba muerta, en medio de los dolidos gritos de Gracia, justo cuando sonaron los disparos, supo que su hermana ya había dado el siguiente paso a un viaje que comenzó demasiado joven para realizarlo. Se golpeó con la realidad y, decidida como era, no tocó nada que había preparado, sino que la cruda verdad por la que había tenido que pasar ese mismo día de lluvia de octubre.

4.12.2014

Los frutos del olvido

Luego del paso de los años, cuando las visitas se hacían menos periódicas o el nombre de las lápidas dejaban de ser evocadas con la necesidad de los primeros días de ausencia, las enredaderas se adentraban lentas y mezquinas, con la sagacidad de las serpientes, enraizándose en el olvido y alimentándose de aquellos pedazos de tierra ocupadas de recuerdos que ya nadie recuerda.

las tumbas y sus muertos se dejaban estar, ya entregados a la realidad de su situación, a veces incluso agradecían la llegada de las plantas del olvido que les anunciaba la llegada del eterno descanso.
Las morillas se enterraban en el corazón, relamiendo los huesos de los difuntos y acomodaban la última de las estancias con sus hojas verdes y serenas. algunos frutos blancos crecían en quienes murieron con nostalgia y arrepentidos, con la duda de si lo hecho, había sido suficiente, los que desconocían las respuestas de los "te quiero", los "te necesito" y los "lo siento". Mención aparte tenían los que, en medio de su ensueño, mantenían en sus labios ya secos y salados, las palabras del "te perdono".
Muchas veces, aun ciegos, las moras de un color rojo intenso ni siquiera los dejaba reconocer que ya estaban muertos. Mantenían viva la ira en su camino al cementerio y por guardar rencores, eran los que más pronto tenían cubierto su lecho. 
Sin embargo, el correr del tiempo no es en vano, ni siquiera par quienes ya no cuentan los años y cuando recordaban los buenos momentos, aquella mórulas rojizas se volvían violeta y oscuras, concentrando, de esa manera, el adiós final y la resignación.

Entre más pronto un "te quiero" y entre más profundo el "te espero". Cuando el difunto se iba con paz y calma, sabiendo que tarde o temprano se volverían a ver al otro lado del canal del recuerdo, los frutos del olvido eran más sabrosos, más jugosos y dulces.
Muchas tumbas, en medio de la nada, están cubiertas de la maleza salvaje de la fruta del olvido. en medio de la tierra enquistada, en medio de los pasillos cortos entre un vecino y otro. Hay frutitas de distintos colores, sabores y tamaño que nos hablan del pasado de quienes llevan siglos, meses y años sin visitas, pero también del futuro propio. De saber cuáles serán las palabras que coronen nuestra llegada al jardín eterno del cementerio.

9.06.2013

Los recuerdos en el mes...

Siempre era el mes más complicado para la familia. Si bien poco habían perdido en comparación con otras familias, los recuerdos de quienes pasaron por aquella casa y que fueron víctimas del "Nunca Más" se reavivaba año a año, complicando las relaciones y haciendo más doloroso el llevar todo lo que habían perdido.

Además, en el mismo mes estaba el nacimiento de dos de sus hijas, intercalados con las fechas de las muertes de tres de sus mejores amigos y de tantos, tantos conocidos. La historia que siempre nos contaban era la de Heraldo Tagle, un fumador empedernido que constantemente hablaba en las asambleas de la Universidad, gracias a él, Pastora había conocido a Refugio en medio de la reunión entre los amigos del colectivo libertario en el cual militaban en la Universidad. Para todos había quedado claro que Pastora y Refugio se habían caído mal, sin embargo había sido Heraldo el único que nunca se dejó engañar por las apariencias. Había sido luego de una de las tantas asambleas de la Universidad, cuando comenzaron los miedos a recorrer las calles y el anuncio silencioso de la tragedia que iba a suceder se disfrazaba de sequía, de austeridad y miseria por la carestía.
Un grupo, los más radicalizados, habían vuelto a una de las fábricas de telas para tomárselas, parecía moda, en aquella época, el tomarse alguna fábrica y ponerle una bandera nacional como si aquello significara conquistar el Everest. Otro grupo, en la Universidad, se habían dado cuenta que aquella actitud significaba guerra para los los partidarios de eliminar tanta locura y que se comenzaban a organizar contra el régimen.
Los centros de estudiantes, entre asustados y serios, sabían que poco faltaba para un enfrentamiento dentro de la Universidad, si la dejaban sola, era altamente probable que terminaran en peleas entre compañeros -alguna vez, incluso, amigos- por demostrar quién podía más.
Todos esperaban a aquel muchacho desaliñado con los ojos inquietos y de sonrisa fácil. Heraldo era uno de los dirigentes más reconocidos dentro de los departamentos de ingeniería. Su hiperkinesia y su ingenio era reconocido incluso entre los grupos contrarios al Gobierno del Presidente Redentor Cárdenas y era por esto mismo que él se había ofrecido como interlocutor con ellos y evitar cualquier desorden dentro de aquella casa de estudio. Cuando volvió, con ese vaivén y los ojos alegres, el cansancio denotó que aquella tarea que, por un periodo pareció imposible, se había logrado.
Pastora, perteneciente a uno de los Centros de Estudiantes lo recibió sabiendo lo que aquella mirada entusiasta significaba, de la misma manera, Refugio se sentó ahora tenso, pensando en qué era lo que había negociado
"tendremos que cuidar la Universidad durante la noche"
anunció finalmente, Heraldo, sacando la cajetilla de cigarros recién comprada, volteándola para abrir el envase de papel plástico que envolvía la caja de cartón con sumo cuidado para, finalmente, sacarla y voltearla y dejar la cajetilla abierta por donde no se abría. Mientras todos se organizaban para quedarse alojando en la universidad a la espera de que aparecieran los grupos más radicalizados y detenerlos, Pastora llegó con las colaciones que se habían conseguido en el casino universitario y las repartió en la mesa donde al menos unas 30 personas hablaban animadamente. Heraldo se acercó a la muchacha sonriéndole, luego de la primera reunión a la hora de almuerzo, ya había fumado una cajetilla completa y justo ahora había abierto otra más para fumarse otro cigarrillo. La muchacha, mientras separaba la ensalada del resto de la comida, le comentó que si seguía así, terminaría muerto por cáncer. Refugio se sentó al lado de Pastora sonriéndole al notar que le quedaba comida en el plato y preguntando sólo con el gesto en sus ojos si podía sacar la carne y el arroz que le quedaba.
La muchacha, como siempre, le asintió sacando lo que había separado para comer mientras Refugio hacía lo propio con lo desechado. Heraldo siguió hablando mientras sonreía por lo bajo, hizo el comentario de la locura que estaba quedando en la asamblea de Filosofía, en el patio ya algunos se disponían a pelearse a golpes si la asamblea no llegaba a resolución, Refugio lo miró negando con la cabeza, enrostrándole a su amigo que lo tomara tan a la ligera, Pastora, como siempre, lo defendía diciéndole que no era culpa de él que los otros fueran unos irracionales.
Las discusiones entre los tres generalmente terminaban en discusiones entre ambos, era por lo mismo que todos decían que la enemistad entre Pastora y Refugio no escondía más que enojo. Nuevamente el muchacho se rió.
Cuando Refugio lo animara a contarles la gracia, el muchacho sacó su cigarrillo por la parte de abajo de la cajetilla y les comentaba que su abuela decía que sólo aquellos que comían del mismo plato podrían seguir bien en una relación tal cual ellos lo estaban haciendo. Se miraron con las mejillas sonrojadas, primero por la discusión anterior, y la anterior a esa y después por las palabras de Heraldo quien fumaba tranquilo ante la extraña tranquilidad que se diera en aquel edificio a la espera de las resoluciones del resto de las carreras en la Universidad.
los tres se quedaron en silencio hasta que se terminara el cigarrillo, Refugio se sentó derecho y pidió a su amigo uno de los cigarros que le quedaba, El muchacho sacó la cajetilla, la volteó para ofrecer uno y luego él mismo tomó otro. "eso te hace mal" le dijo Pastora con reproche. "no moriré de cáncer" le aseguró y le guiñó el ojo izquierdo mientras prendía el cigarrillo con un fósforo.

Mientras caminaba en medio de la marcha, anotando mentalmente comprar la torta de cumpleaños de Gracia, recordó el último día de Heraldo cuando se los llevaron de la Universidad y nunca más se supo de él hasta dos semanas después. La madre del muchacho, una mujer con los mismos ojos inquietos pero apagados y llenos de pena luego de la noticia, no pudo reconocer el cuerpo de quien fuera su hijo. 60 balazos lo habían desfigurado y no tenía identificación, lo único que encontraron fue la cajetilla abierta por el otro lado, la marca inequívoca de que era él quien reposaba en la camilla de metal del servicio Médico Legal. Paradójicamente, había tenido razón, dos años después de eso, cuando el mismo Refugio fuese liberado luego de ser detenido en plena calla, se casó con Pastora quien, a su vez, pudo confirmar que el muchacho no murió de cáncer.

8.05.2013

Crápula.

Con el escote blandido de la miel y la oliva
con las manos atadas de espiga y sosiego
como crápula te espero bajo la mesa
donde comimos nuestra primera cena.

En el recuerdo de las manos entrelazadas,
y los primeros besos entregados al vaivén.
Embriagada de la sal de tu cama
Te dejé correr.

Aquella melodía esclava, y los susurros del silencio
con la luna como lámpara soltera
cerramos los ojos abriendo los labios
y te dejé caer entre mis sueños.

8.03.2013

En el ocaso de una vida plena
fueron tus ojos grises, de vista serena
los que se despidieron en la noche
durmiendo una siesta eterna.

No alcanzó tu voz de fábula,
aquella de cuentos eternos,
a despedirse entre las Dalias
ante el sempiterno duelo.

En menos de un segundo suspendido,
bajo el reloj viejo de la cocina,
tu alma como golondrina
salió emprendiendo vuelo.

Y tus manos se quedaron frías,
y la fría lluvia enjugó tu velo.
Mis manos se volvieron brisa
y tu risa pagó el recuerdo.

Estamos, hoy, en desconsuelo.
A la espera de que el reloj ande nuevamente,
Quedamos, ayer, somnolientos,
sonriendo ante un recuerdo. 

El cuento de Rapunzel en la torre eterna,
el llanto de Margarita por su novio ingrato,
los tangos no tienen quien los baile
y en la casa ya no encuentro tu retrato.