4.12.2014

Los frutos del olvido

Luego del paso de los años, cuando las visitas se hacían menos periódicas o el nombre de las lápidas dejaban de ser evocadas con la necesidad de los primeros días de ausencia, las enredaderas se adentraban lentas y mezquinas, con la sagacidad de las serpientes, enraizándose en el olvido y alimentándose de aquellos pedazos de tierra ocupadas de recuerdos que ya nadie recuerda.

las tumbas y sus muertos se dejaban estar, ya entregados a la realidad de su situación, a veces incluso agradecían la llegada de las plantas del olvido que les anunciaba la llegada del eterno descanso.
Las morillas se enterraban en el corazón, relamiendo los huesos de los difuntos y acomodaban la última de las estancias con sus hojas verdes y serenas. algunos frutos blancos crecían en quienes murieron con nostalgia y arrepentidos, con la duda de si lo hecho, había sido suficiente, los que desconocían las respuestas de los "te quiero", los "te necesito" y los "lo siento". Mención aparte tenían los que, en medio de su ensueño, mantenían en sus labios ya secos y salados, las palabras del "te perdono".
Muchas veces, aun ciegos, las moras de un color rojo intenso ni siquiera los dejaba reconocer que ya estaban muertos. Mantenían viva la ira en su camino al cementerio y por guardar rencores, eran los que más pronto tenían cubierto su lecho. 
Sin embargo, el correr del tiempo no es en vano, ni siquiera par quienes ya no cuentan los años y cuando recordaban los buenos momentos, aquella mórulas rojizas se volvían violeta y oscuras, concentrando, de esa manera, el adiós final y la resignación.

Entre más pronto un "te quiero" y entre más profundo el "te espero". Cuando el difunto se iba con paz y calma, sabiendo que tarde o temprano se volverían a ver al otro lado del canal del recuerdo, los frutos del olvido eran más sabrosos, más jugosos y dulces.
Muchas tumbas, en medio de la nada, están cubiertas de la maleza salvaje de la fruta del olvido. en medio de la tierra enquistada, en medio de los pasillos cortos entre un vecino y otro. Hay frutitas de distintos colores, sabores y tamaño que nos hablan del pasado de quienes llevan siglos, meses y años sin visitas, pero también del futuro propio. De saber cuáles serán las palabras que coronen nuestra llegada al jardín eterno del cementerio.