6.23.2007

Camino y Despedida


Nunca había prometido amor eterno porque tenía más que claro los problemas de la eternidad.

Lo extraño fue encontrar alguien igual a ella transformado en persona, con la misma capacidad de querer escondida entre los pliegues de la ropa…

Pero Valentín tenía un problema… él estaba más enamorado del amor que de otra cosa, él no amaba a alguien por ser esa persona, él amaba porque estaba en su naturaleza antes que cualquier cosa, en ello Sofía era más egoísta… no era capaz de dejarlo ir sin una explicación coherente.

-¿Por qué te empeñas en tener una vida normal cuando sabes que no es así?- preguntó, Valentín, sin esperar realmente una respuesta.

Sofía se volteó en la cama e intentó imaginárselo entre la oscuridad.

-Porque de alguna manera envidio aquella sinceridad, aquella simpleza de quien no tiene todo claro, pero que tiene más que claro lo que sucede en su corazón…. Porque me gusta sentir esto por ti más que cualquier cosa… no puedo evitarlo.

-Te darás cuenta que no eres capaz de vivir alejada de aquellos libros que en alguna forma vez como tu maldición…

-¿Quién dice que no me han convencido de ello?- preguntó, repentinamente- ¿Quién me dice que realmente no es así, que quien tiene que ir en mi lugar es otra persona?

Valentín sonrió como si hubiese esperado esa pregunta, y de alguna manera la hubiese estado preparando para responder desde hacía mucho.

-nadie dice eso, Sofía hermosa- habló como si estuviese recitando un poema- pero tienes que admitir que no tienes otro camino, el que estás siguiendo ahora es el que más te acomoda. Porque dime entonces ¿Por qué te sientes tan mal cuando sólo te tienes que acostumbrar a las cosas de la casa?... Tú no eres así… te lo aseguro

-Admite que me estás convenciendo para que te deje marchar sin remordimientos, al final se trata de tu propia conciencia

-Así es- contestó sorprendido por el razonamiento- Pero también porque no me atrevo a seguir al lado de alguien que estará más tiempo en otras cosas…No soy capaz de seguir a tu lado por mucho tiempo

-¿Me dejarás así como así?

-Probablemente, sí

Sofía se volteó completamente para evitar sentir el aroma del hombre, pero algo en su corazón la hizo dudar, por más que lo pensaba no soportaba lo que le estaban diciendo.

-Yo si soy capaz de dejar todo por ti, Valentín.

-Si lo sé- admitió abrazándola por la cintura- pero yo no soy capaz de ser el responsable de esa decisión… tal vez nos encontremos nuevamente y ahí podré decir sin problemas que quiero vivir contigo

-Pero tal vez sea demasiado tarde…

- Eso es un riesgo muy grande que soy capaz de tomar, pero no puedo tenerte ahora… no soy lo suficientemente valiente para decirte “déjalo todo”

Sofía se quedó ante el atardecer, observando, a lo lejos, cómo el fantasma de Valentín volvía a irse, todos los días a la misma hora. Había pasado mucho tiempo desde que se fue, pero la muchacha lo seguía recordando con ese dolor punzante en el corazón… Nunca volvería, y eso lo tenía más que claro, porque él mismo había encontrado su propio camino al escoger lo que quería, pero era inevitable mantener la esperanza, mantener la ilusión de volver a verlo regresar camino al campanario como aquella última vez… pero no importaba.

Entró a la habitación dejando de lado sus pensamientos, sacó un cuaderno y comenzó a escribir intentando sacar desde sus adentros todas las dudas de no poder seguir adelante.

Era difícil aceptarlo, pero después de todo, la vida seguía.

6.02.2007

Pastelería


Casi como despedida de los dulces que me han provocado la mayor de las adicciones.


Si no estás bien por la falta de almíbar,
si te falta corazón de mazapán;
y no quieres más que miel dormida
mezclada con nueces y con sonrisas en manantial.
¿Porqué, entonces, sigues batiendo,
cuando no hay más que harina sin moldear?

¿Acaso no escuchabas, niña de maravilla,
lo que la leche herbida provocaba cuando no estás?

Y más aún, cuando la mezcla está en su punto,
cuando aún no has horneado el pan
cuando falta, entonces la escencia,
vainilla, jengibre, hinojo o licor
te das cuenta que la sal no bastaba
y que sólo hacía falta amor.


Tomabas con manos celosas, la pisca de aquel embriagable sabor
con lágrimas intentabas subir la mezcla,
y por poco, el odio, nos ganó

Pero hoy el horno no camina
no queda más que el recuerdo de ese inolvidable olor
algunas cuantas migajas
y tal vez, un agridulce sabor.