8.25.2009

Bienaventurados


Caminaba a eso de las siete de la tarde, cuando el sol es solo el espejismo de la necesidad de calor y el frío y la niebla se hacen presente con la bruma, es que se apareció ante mí. Casi había pasado el día laboral completo, cuando repentinamente me reencontré con aquel pequeño paradero en medio de la nada. Medio escondido, a la salida de un Estacionamiento siempre repleto, sólo se veía a lo lejos su pequeño techo verde capaz de resguardar tanta historia.

Y entonces se despertó en mí, la remembranza de algo pasado y ajeno, algo que nada tenía que ver con los pasos que estaba dando en este momento. Porque estaba rodeado de penas, de tristezas ajenas, de dramas inventados y de necesidades ficticias.

Me parecía que había llorado tanto en aquellos tiempos oscuros, en el mismo paradero que se escondía tras los autos. Pero ahora aquella pena era extraña y al mismo tiempo ¡Tan absurda! puesto que ahora no comprendo el tiempo perdido en aquellas ocasiones, pensando en lo que uno mismo elijió sabiendo que no era lo correcto.
Y no me quedaba claro qué es lo que me había hecho quedarme en aquel paradero, en los tiempos oscuros de las indesiciones
Sobre todo porque ahora me parecía mucho más sensato el poder caminar a su aldo, sonriendo limpiamente y a la vez, tan ligera en las sensaciones.
Porque si bien todo era más tranquilo... ya no habían dramas inventados, ni necesidades ficticias ni lágrimas derramadas.
Solo esta tranquila esperanza de tener otra mano a mi lado entrelazada con el calor de lo que realmente era aquello que quería.