3.11.2007

CANELA EN EL AIRE

La primavera parecía haberse adelantado cuando la puerta se abrió a tanta magnitud de sucesos, no era solo que Sofía había vuelto a descubrir que la razón no lo era todo en el mundo, ni que Soledad dejara de llevar como maldición su nombre, ni que Clara enturbiara sus ojos con lágrimas de real dolor, ni que Estela apareciera como persona visible, ni que Paz dejara al fin, su guerra. Al contrario, había algo más el en ambiente, algo que hacía que los cambios vividos en la casa de las hermanas, se viviera por toda la ciudad y fuese llevado como vivencias propias por todas las personas.
Al menos así lo sentía Amparo cuando despertó el tercer día de toma del colegio, aun cuando Sofía se había negado a permitirle a asistir a tal cosa, sin ser lo suficientemente contraria a como lo había sido en otras ocasiones.
-Buenos días- escuchó que le hablaban cuando abrió los ojos a las campanadas que no se dejaron vencer a pesar del alboroto en la ciudad- ¿Has dormido bien?- preguntó la voz que la había sacado de los sueños
-buenos días- contestó, Amparo, como queriendo no despertar- sí... necesitaba dormir bien, y al fin lo hice.
Sus amigos (que ahora podía llamar sin temores, "amigos") sonrieron al verla intentar sentarse. Paz traía en sus manos, una jarra de café
-Has dormido como nunca- volvió a hablar el muchacho que la despertó- pero pareces otra con todo aquel descanso
-Es verdad- asintió Paz dándole el jarro de leche- te vez mucho mejor
Amparo sonrió, no era solo que se viera, sino que se sentía, como otra persona. Tomó la jarra que Paz le extendía casi como si fuera un juego, y bebió rodeada de las charlas de aquellos muchachos. Estaba todo magníficamente, sin duda alguna, porque al menos ahora podía estar con otra gente, sin temerles.

Las campanadas volvieron a sonar a lo lejos, por las mismas, se podía deducir que eran cerca de las ocho de la mañana, hacía tres días, a la misma hora, las cosas habían cambiado tanto, pero ahora, ahora, las cosas parecían tan calmas y gratificantes, que parecía que todos los gritos y ese quiebre a sus miedos, valieron la pena con tal de despertar con esa café con leche expediendo calor en sus manos y su hermana mirándola como si no alcanzara a reconocer en ella, la que alguna vez fue.
Las cosas no habían cambiado, se dijo mientras terminaba su desayuno, las cosas seguían iguales... pero ella sabía bien que no era así... al contrario, era el momento de que los sucesos al fin tomarán la ultima aceleración antes de terminar como debían hacerlo

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