6.24.2009

Velas rojas para San Juan


Era la necesidad férrea de saber qué era lo que nos deparaba el destino, aquella necesidad de tener el control de lo que realmente nunca podríamos controlar, una certeza, un punto de equilibrio y estabilidad, eso era lo que cada año pedíamos en la misma fecha. Prendiendo aquellas velas rojas con el corazon lleno de los buenos deseos, excomulgando los malos recuerdos y recibiendo, en conjunto con un vaso de vino, las nuevas buenas.

La noche más larga del año, aquella en donde las historias de los antepasados renacían con el fuerte anhelo de entregarnos paz. Siempres las mismas, rolando de año en año, de boca en boca, de generación en generación.

San Juan, con su misticismo, nos enredaba año tras año en los mismo viejos rituales que se habían escondido antes de la llegada del cristianismo. Pero ahora tenía mucha más significación al tener a la familia completa bañadas por la luz cobriza de las velas.

6.16.2009

Casi se despierta...


Frágil ha sido el camino, y sin embargo, grata la riqueza con la cual me he encontrado
básico los sentimiento, y a la vez, cuan próspera ha sido mi certeza de que vuelves a mi lado.
Nada de lágrimas hemos desperdiciado, ni risas gratuitas hemos entregado
ha sido mas bien la conversación y esta lejanía, la que me ha envalentonado
y me ha dado la certeza de que hay un nuevo camino
distantes uno de otro
pero que llegan a un mismo sitio.


6.14.2009

LA vida entera se me pasaba en 20 minutos, primero, porque todo, absolutamente todo, lo podía hacer en ese tiempo; era lo que me demoraba en la ducha, lo que tardaba en llegar al metro, el tiempo que usaba para vestirme y maquillarme, y era lo que me tardaba en decidir qué era lo que había que hacer.
Siempre llegaba 20 minutos tarde a todas partes -porque en realidad, me demoraba más de 20 minutos en llegar a donde debía llegar... no contaba nunca los 20 minutos de caminata-

Habían veinte minutos que utilizaba para ponerme a escribir tonteras, luego de veinte minutos en los cuales me las pasaba caminando hasta el paradero de la micro -la 116, esa que al fin el Transantiago puso para poder llegar a mi casa- la espera tardaba según la gente que me rodeaba.
Pero me demoraba 20 minutos, desde que me subía hasta que llegaba a mi casa.

Y Habían también 20 minutos de gracia,en donde poco importaba lo que me decían... simplemente lo olvidaba

Y 20 Minutos en donde me reía a cántaros, donde saltaba, corría -pocas veces me perseguían-

luego venían 20 minutos de almuerzo -poruqe no alcanzaba a usar toda la hora- los 20 minutos de conversas... esas largas, lindas, entretes...

Y durábamos 20 minutos en clases... luego salíamos al baño, el laboratorio... a veces nos turnábamos...

Y en 20 minutos zanjábamos los trabajos... Pedíamos cambio de prueba, mandabamos mails...

y la verdad, nunca pudimos terminar una prueba en 20 minutos

pero sí nos ibamos 20 minutos a chanchar por ahí -pero era los 20 minutos más largos del día!- cuando los antojos nos ganaban la partida

y en 20 minutos me rendía, luego en 20 más, volvía. En el mismo tiempo peleaba conmigo misma, y al final eran las sonrisas externas las que me decían que estaba perdiendo el tiempo.
20 minutos de valentía, otros 20 de total mesura. Nunca tuve 20 minutos de apatía, ni menos el mismo tiempo por cobardía.

Pero ahora se termina esa extraña cotidianeidad, en 20 minutos más me iré a la cama, sabiendo que debía irme ahora. 20 minutos demoraré en dormirme, luego de 20 minutos de ordenar la ropa para mañana, porque justo cuando entraba a la cama, recordaré que no tengo lista la mochila para mañana.

6.02.2009

Invierno y Epoca de Deshielo.


-"¿Hueles eso?" dijo con esa voz como de ronroneo, profunda y gruesa que la hizo voltearse. "es aroma a tierra húmeda, una mezcla de invierno y vida... es el aroma a calor rico, ese que se genera cuando estamos acostados en la cama mientras a las afueras llueve a cántaros"- supo que había recordado esa conversación cuando se detuvo ante su propia imagen y no se reconoció

Le devolvía una mirada cristalina y contagiosa, perfecta, brillante y a la vez sigilosa.
Había ese toque enigmático y a la vez, llamativo de quien pareciera tuviese reflectores en la piel. Porque la luz que parecía que salía desde el fondo, a sus espaldas, en realidad nacía de ella misma.
Y es que el reflejo del espejo, parecía ser más ella de lo que ella misma sentía que lo era. Sonrió. Y aquel gesto tan común, por un momento pareció ser de otra persona, cuando era ella misma, que desde el espejo, le devolvía una belleza inusual, que nunca se imaginó tener.

Ya no estaban las máscaras, y eso lo podía notar aun cuando la lejanía de aquel espejo la protegiera de la luz que ahora irradiaba con su sonrisa... Ya no se inquietaba ante las miradas que se posaban en ella con la necesidad de poder robar, en unos cuantos segundos, los misterios que se habían develado... ¡y qué ingenuos eran al no notar lo evidente!

Qué fantástica sensación, qué maravilla de nuevo calor sentía, aun cuando a las afueras llovía a cántaros, donde el frío, más allá de su piel, parecía que era capaz de congelar.
Pero no era su situación... ahora que se miraba a través de ese espejo, notaba que en realidad, irradiaba casi como si fuera primavera.

No había nada más que esconder.