9.04.2007

infinidades

Derrepente la luz se apaga y nuevamente la oscuridad reinante se espesa con esa maraña de hilos que se entretejen con tan poca seriedad. Las emociones se desacostumbran con tanto traqueteo de palabras entrecortadas y sin sabor y "sinceramente" pasa a ser un estado de eterna desesperanza a no dejar de ser palabra.
No, no era el tiempo vertido entre tanta ceguera lo que nos había vuelto estúpidos, tampoco era el hecho de estar acostumbrados a dar tumbos entre los hilos y la noche. Nos habíamos vuelto estúpidos por que así lo quisimos, así mismo nos lo habíamos propuesto, y fue tan buena la apuesta que nos la creímos a las mil maravillas... si, estúpidos profesionales en la medida que nos alejabamos de lo que alguna vez dijimos era nuestro peor enemigo.

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