En el Cementerio, más allá de las grandes avenidas que cruzaban el centro de los amplios e iluminados mausoleos, se amontonaban pequeños sepulcros.
Todos amontonados, algunos tapados con toldos plásticos, debían tomar turnos para repartir aquella poca luz del sol que les llegaba. Era cosa de dar una ojeada a los deudos que llegaban, con ropajes livianos y zapatitos rellenos de diarios para no humedecerse los pies, para darse cuenta el tipo de gente que resguardaban. Se quedaban un rato, arreglaban un poco allá, otro poco acá, con trapos húmedos pintaban y repintaban las placas de piedra para que, al menos, se viera el nombre.
algunas tumbas, las recién hechas, aun tenían tierra suelta cuando volvían a hacer, justo al lado, otro hoyo para recibir otro ataúd, apenas separados por unos cuantos ladrillos, todas amontonadas, casi sin profundidad, eran los muertos de una clase social que no podía permitirse gastar más en los muertos de lo que gastaba en los vivos.
Aquellas Sepulturas Tristes, estaban alejadas de los ojos curiosos de los turistas. En aquellos pequeños nichos agrupados en la tierra húmeda, había un atisbo ligero de humanidad perdida que hablaba de desigualdades que se iban a la otra vida. Un dolor que tenía más que ver con las penas arrastradas en vida y que, al acumularse, decantaban en esos huequitos miserables del cementerio.
Eran los olvidados, las historias que no representaban a más que a ellos mismos los que los había confinado a ese rincón, los que no tenían el derecho a pertenecer más que a sí mismo -y al trabajo de sus manos... trabajo pagado con migajas, explotado hasta la barbarie- Pero para sus deudos, cómo no amarlos? Porque aunque faltara el pan, se les traía flores; aunque no hubiera sal en la mesa, había que viajar cada domingo para contemplar, con los ojos cristalinos de pasado, los recuerdos de un amor que no había sido olvidado, pero que no correspondía a la magnificencia de aquel cementerio recordados por todos por los mausoleos de unos pocos, mausoleos construidos, al igual que sus mansiones mientras estuvieron en vida, sobre los cimientos del dolor que hoy representan esas sepulturas humildes, capaces de alberga pequeños cuerpos encorvados de los grandes sueños que no fueron capaces de cumplir en vida.
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