Esperanza se despertó aun asustada ante tantas realidades entremezcladas.
había dormide por casi tres meses desde la muerte de refugio, y ante el alboroto que se entretejía tanto dentro como fuera de su casa, pareciera ser que la ninia también quería dejar de gobernarse y comenzar a despertar en vez de seguir somnolienta ante tanta cosa que se avenía.
tomó los botines de lluvia, sacó su mochila de escuela, aquella amarillaa y roja que el papá le había traído desde otro país helado y tal vez mucho más civilizado. apartó a los colores que la querían detener y se llevó al naranjo y al verde arrastras hasta el bolso, tomó dos koalas que la miraban con alegría, dos barras de chocolates, una manzana y las galletas del desayuno, acurrucó a "la rucia" esa muñeca desaliñada con vestido corto que Sofía nunca había podido botar, sacó su capa de viaje color ocre, y se colocó el sombrero con pompones y bufanda pegada por el cual sus amigos en el jardín tanto la molestaban.
La pequea esperanza, con apenas 5 años, se había decidido a ir a buscar una respuesta al único lugar donde recordaba alguna vez las cosas eran realmente lo que eran. A la Casa de Iris, en el campo.
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