11.30.2006

Campanario

A LA PUESTA DE SOL



La ciudad si bien no era pequeña, tampoco era grande. Con todo el ajetreo que se vivía día tras día, parecía ser, sin embargo, que era el mundo entero. Las personas convivían eternamente en un ajetreo incesante de ruido y sonidos, aromas colores y ante todo, indeferencia. Dentro de tanta multitud, la imagen del campanario se erguía orgullosa ante tanta calamidad. En la mañana parecía una gran roca de hielo pálida que recibía antes que nadie, el calor revivificador del Sol matutino. A medio día, en medio del auge de tanto movimiento, era quien reflejada la misma loz Solar, de manera que recordaba que aun faltaba la mitad del día, que debían apurarse, que los estaba vigilando en esa posición eterna y dominante, más grande que cualquier edificio a su alrededor, más perpetuo que las miles de vida que se aglomeraban en aquel espacio de cemento. Al atardecer, cuando las energías comenzaban a mostrarse todo lo deterioradas que estaban por el trabajo de todo un día, el Campanario se mostraba tranquilo, perfecto, iluminado como si de una exhibición de arte se tratara, con color cobre, era el último en despedir al Sol que daba a entender que el día terminaba... entonces llamaba con las campanas mantenidas en lo alto una... dos... tres veces sonaban mientras la gente se marchaba a sus hogares, entre admiradas de su presencia, entre odiando esa perpetuidad que con tanto trabajo, ellos mismos no podrían llegar a alcanzar.

No comments: