10.18.2006

Chocolate y Mermelada


Valentín.

No era extraño, a pesar de mantener muy a la vista esa cicatriz que le cruzaba el rostro, no de manera muy notorio, pero sí al menos dándole una seña de diferenciación, y de esa cojera que mantenía aun luego de haber pasado un año desde el accidente en el puente. Claro que no lo era, a pesar de su silencio y sus risas, de su presencia extrañamente gratificante y la sensación de estar casi al borde del colapso cuando intentaba hacerla hablar. Valentín era un hombre, por muchos aspectos, interesante, esquisitamente interesante... lo último muy a pesar de ella. -No hay nada como la literatura existencialista- había dicho el día que encontró en la vieja biblioteca de su padre el libro "el Extranjero"- una obra maestra... Sin embargo, notando la falta de pasión que se mostraba en ese libro, él no podía dejar de mostrarla por el resto de la vida. Sofía suspiró mirando el cuaderno donde la historia parecía transcurrir casi de manera imperceptible, ajena... aun cuando no lo era tanto. Valentín había comenzado con la idea, la había sentado frente a ese cuaderno que muchas veces pretendió no ser terminado, muchas veces por capricho, o por miedo. Cuando comenzó a escribir pensó que era la vida de esa casa la que la movía a escribir mientras la pluma dejaba la tinta verde sobre las hojas del cuaderno. Sin embargo, parecía ser que los motivos de tan extraña historia tenían más que ver con la presencia de aquel extraño que con la vida que cada una de sus hermanas llevaba dentro y fuera de la casa.
Valentín había pasado de ideario a motivo, a motor de todo lo que parecía ser parte de lo que Sofía había decidido dejar atrás.
-¿Y ya sabes cómo terminará la historia?- le preguntó antes de irse a dormir mirandola cómo traspasaba las dos últimas hojas del tercer capítulo
-No- contestó intentando retener en la nariz el aroma de aquel hombre que comenzaba a llevarse el dulce sueño de mermeladas y chocolates- pero al menos sé cómo me gustaría que terminara todo.
Y sonrió con aquel brillo en los ojos ozcuros, de aceituna... al menos, sabía que sin importar lo que ella misma comenzaba a sentir, valía la pena integrar a un personaje como aquel dentro de la historia.

10.01.2006

A veces lo lógico es lo más Difícil

Paz.
Si bien las cosas siempre habían sido igual, desde la muerte de Refugio, la cápsula de protección que había sido forjada desde su nacimiento se había roto por completo. La vida era más compleja que lo que ella misma muchas veces había querido creer, no por complejidad propia, sino por las mil decisiones que se debían tomar en minutos cruciales sin siquiera pensar.
Aquella mañana, antes de salir con la estampida de gente que llenaba, casi por completo, la calle, nunca pensó, ni siquiera imaginó que sentiría lo que ahora estaba sintiendo, ni menos previó lo que viviría rodeada de tanta gente desconocida. Valentín les había abierto la puerta sin una sola palabra, Sofía, la mayor de las hermanas, sin embargo, insistió que pensaran bien las cosas, aun sabiendo que en esos momentos, de la manera que se daban las cosas, que se darían las cosas, no era posible pensar.
-Al parecer hay más gente que la que decía Ángel, ¿No?- comentó Amparo, su hermana menor al notar que la vista se nublaba al escuchar tantos gritos como pasos, miles de ruidos que parecían tan ajenos a la ciudad, y que sin embargo, no dejaban de pertenecerles por completo.
-Al parecer todos van al campanario...- entonces se imaginó delante de Ángel con la mirada que muchas veces le brindó antes de que comenzara todo ese lío-... es mejor que fuéramos nosotras para allá...
Amparo sonrió con mucho entusiasmo, no sólo por lo que se venía, sino al ver que de la calle lateral, aparecían los compañeros de colegio con un lienzo, el lienzo pintado para la conmemoración de la muerte del Primer Maestro del Campanario (conmemoración, que de por cierto, parecía no ser celebrada si seguían las cosas como hasta ese momento)
Paz respiró hondo y notó, que por primera vez desde hacía mucho tiempo, que aun cuando la burbuja estaba rota, no sentía esas ganas de pelear que siempre había tenido, aun cuando los gritos de miles de personas rebotaban por los edificios, ella, dentro de su cabeza sentía que el silencio se hacía relajante.
-Es mejor que vayamos con la gente del colegio- dijo a su hermana menor, mientras ésta se mantenía con la calma del trabajo terminado. Paz se detuvo un momento y pensó que tal vez era mejor alejarse de tanto tumulto... aun cuando sabía que las cosas que sucederían, sin saber bien cuáles, eran, de por sí, inevitables.