Valentín.
No era extraño, a pesar de mantener muy a la vista esa cicatriz que le cruzaba el rostro, no de manera muy notorio, pero sí al menos dándole una seña de diferenciación, y de esa cojera que mantenía aun luego de haber pasado un año desde el accidente en el puente. Claro que no lo era, a pesar de su silencio y sus risas, de su presencia extrañamente gratificante y la sensación de estar casi al borde del colapso cuando intentaba hacerla hablar. Valentín era un hombre, por muchos aspectos, interesante, esquisitamente interesante... lo último muy a pesar de ella. -No hay nada como la literatura existencialista- había dicho el día que encontró en la vieja biblioteca de su padre el libro "el Extranjero"- una obra maestra... Sin embargo, notando la falta de pasión que se mostraba en ese libro, él no podía dejar de mostrarla por el resto de la vida. Sofía suspiró mirando el cuaderno donde la historia parecía transcurrir casi de manera imperceptible, ajena... aun cuando no lo era tanto. Valentín había comenzado con la idea, la había sentado frente a ese cuaderno que muchas veces pretendió no ser terminado, muchas veces por capricho, o por miedo. Cuando comenzó a escribir pensó que era la vida de esa casa la que la movía a escribir mientras la pluma dejaba la tinta verde sobre las hojas del cuaderno. Sin embargo, parecía ser que los motivos de tan extraña historia tenían más que ver con la presencia de aquel extraño que con la vida que cada una de sus hermanas llevaba dentro y fuera de la casa.
Valentín había pasado de ideario a motivo, a motor de todo lo que parecía ser parte de lo que Sofía había decidido dejar atrás.
-¿Y ya sabes cómo terminará la historia?- le preguntó antes de irse a dormir mirandola cómo traspasaba las dos últimas hojas del tercer capítulo
-No- contestó intentando retener en la nariz el aroma de aquel hombre que comenzaba a llevarse el dulce sueño de mermeladas y chocolates- pero al menos sé cómo me gustaría que terminara todo.
Y sonrió con aquel brillo en los ojos ozcuros, de aceituna... al menos, sabía que sin importar lo que ella misma comenzaba a sentir, valía la pena integrar a un personaje como aquel dentro de la historia.
No era extraño, a pesar de mantener muy a la vista esa cicatriz que le cruzaba el rostro, no de manera muy notorio, pero sí al menos dándole una seña de diferenciación, y de esa cojera que mantenía aun luego de haber pasado un año desde el accidente en el puente. Claro que no lo era, a pesar de su silencio y sus risas, de su presencia extrañamente gratificante y la sensación de estar casi al borde del colapso cuando intentaba hacerla hablar. Valentín era un hombre, por muchos aspectos, interesante, esquisitamente interesante... lo último muy a pesar de ella. -No hay nada como la literatura existencialista- había dicho el día que encontró en la vieja biblioteca de su padre el libro "el Extranjero"- una obra maestra... Sin embargo, notando la falta de pasión que se mostraba en ese libro, él no podía dejar de mostrarla por el resto de la vida. Sofía suspiró mirando el cuaderno donde la historia parecía transcurrir casi de manera imperceptible, ajena... aun cuando no lo era tanto. Valentín había comenzado con la idea, la había sentado frente a ese cuaderno que muchas veces pretendió no ser terminado, muchas veces por capricho, o por miedo. Cuando comenzó a escribir pensó que era la vida de esa casa la que la movía a escribir mientras la pluma dejaba la tinta verde sobre las hojas del cuaderno. Sin embargo, parecía ser que los motivos de tan extraña historia tenían más que ver con la presencia de aquel extraño que con la vida que cada una de sus hermanas llevaba dentro y fuera de la casa.
Valentín había pasado de ideario a motivo, a motor de todo lo que parecía ser parte de lo que Sofía había decidido dejar atrás.
-¿Y ya sabes cómo terminará la historia?- le preguntó antes de irse a dormir mirandola cómo traspasaba las dos últimas hojas del tercer capítulo
-No- contestó intentando retener en la nariz el aroma de aquel hombre que comenzaba a llevarse el dulce sueño de mermeladas y chocolates- pero al menos sé cómo me gustaría que terminara todo.
Y sonrió con aquel brillo en los ojos ozcuros, de aceituna... al menos, sabía que sin importar lo que ella misma comenzaba a sentir, valía la pena integrar a un personaje como aquel dentro de la historia.