No quiero mi nombre inerte en lápida de piedra.
Deseo ver mi obra en la sangre ardiente de mis hijos,
en la frente alta de mis nietos
en las palabras sabias de mis amigos.
y en los sonidos profundos de tu boca,
de tu boca, vida
De tu boca.
No quiero mi nombre quieto como estátua nívea
quiero que vuele alto entre roble y tamarugal,
en el vuelo ágil del cóndor nuevo,
en aquel grácil andar,
en tu cuerpo caminando lento
y entre medio del juego de tus dedos
y mis cabello.
No quiero mi nombre vacío, en medio de fuentes de bronce.
quiero ver el fuego de las ideas brillar en el corazón del fuego,
caer como lluvia cristalina,
verlas crecer gigantes como montañas de hielo.
nacer como valle eterno
y vivir en tu piel de infierno.
no quiero mi nombre ajeno en placas de blanco acero,
lo quiero mio ¡Lo quiero nuestro!
prestado a la vida, rodeado de ingenio,
siempre inquieto y a la vez sereno.
No quiero mi nombre ausente, perdido porque tú estás perdido.
Lo quiero abierto en tus manos,
sobre tu pecho extendido.
¡Quiero mi nombre vivo!
¡quiero mi nombre Vivo!