Las cosas casi parecían desbordarse entre tanta confusión, no por lo que tantas veces pensó sería una estupidez simplemente pensarlo, sino por lo que simplemente se fue formando en el día a día.
Sofía suspiró mientras seguía con la historia, era necesario terminar, terminar y alejarse, destruir todo lo que pudiera ligarla a ese hombre que parecía más un ánima, aquel hombre que anunciaba que la primavera era más que una simple estación del año.
-Pareces muy ocupada- habló, Valentín, mientras hojeaba otro de los libros que tanto parecían gustarle entrando a la bibliotecxa con toda naturalidad, casi como si el pensarlo lo atrayera- ¿Vas bien con la historia?
-Algo así- contestó nerviosa- Aun no encuentro el fin de todo esto, pero parece, al menos, una historia congruente.
-Tal vez sea ese el problema...- se volteó con sus ojos negros llenos de un fuego extraño- ¿No necesitas ayuda?
-Hasta el momento, no- contestó Sofía más nerviosa aun- Tal vez sea mejor que lo deje para mañana
-Es mejor que sigas- razonó, Valentín, mientras tomaba los tres libros que había seleccionado- es mejor que yo te deje trabajar.
Sofía asintió mirando la nueva hoja en blanco del cuaderno de historias. No podía imaginar cómo terminaría aquella historia, aquella y la de ella misma con ese hombre que parecía disfrutar con su nerviosismo, con su confusión, con su tendencia a guardar silencio.
Respiró hondo mirando el reloj que seguía marcando el paso del tiempo invertido en ese proyecto y sacó la cuenta de la tinta invertida, en los pensamientos, en los latidos, en cada una de las lágrimas que habían escapado ante la historia que había creado esa historia. Miró a la puerta esperando encontrar la mirada de quien le había dado la idea de seguir adelante, y suspiró al no encontrar respuestas a las mil preguntas y dudas que comenzaban a aparecer y no supo contestarse cuando, al encontrar su mirada en el reflejo de la ventana, se dijo si era capaz de volver a llorar por amor. No se contestó a si era capaz de sentir realmente, sin miedo a lo que sucedería, no se supo contestar si, después de todo, era capaz de dejar de lado la idea del hombre que nunca relamente llegó, para poder disfrutar este fantasma que se le encrustaba, a fuerza de pulso, donde se dijo, era mejor mantener distancia.