Las manos de sepia, en aquella ocasión, se movían algo inquietas porque no lograste entender quién te despertaba. En aquellos días pasabas durmiendo, ahorrando energía para las mil visitas que reciibías días a día... pero también a quién queremos engañar; nunca tuviste muy buen pulso. En las onces familiares, mientras servías el té, las tazas clinquineaban en tus manos, poniendo a prueba los nervios de todos... aun así, nunca botaste una sola gota del té caliente.
Pareciera que son años desde cuando nos quedábamos leyendo bajo el parrón, en medio del pan amasado y el chancho en piedra con las risas de los más chicos, el sonido cantarino del agua. Eran tiempos menos engorrosos, más prístinos y diseñados para nosotros, los primos chicos que poco sabíamos de los problemas de los más grandes. Hoy me toca lo contrario, hacerte sentir bien a pesar del gobierno -ese que tanto odiaste cuando llegó, recuerdo que hasta me retaste porque se me ocurrió decirte que iba a votar nulo para la segunda vuelta- Te hablo de mis cosas, de las anécdotas, te contesto una y mil veces las mismas preguntas que olvidas que ya me hiciste, pero también que recuerdas tan bien y que, por el brillo de tus ojos, sólo preguntas porque te gusta preguntar.
Y te sonrío cuando despiertas y se te iluminan los ojos. "¿Vamos a prender la chimenea?" te pregunto cómplice. La hora del té siempre fue tu favorita. "así aprovechamos de ver los autos pasar", completo mientras abro la cortina.

Cuando abro los ojos vuelvo a santiago, en frente del computador, mirando por la ventana al horizonte mentalizando esos días de infancia en medio de la bruma del invierno, cuando eras tú la que prendía la chimenea y me contaba las historias que pedía, me repitieras una y otra vez.
No comments:
Post a Comment